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Separación de pareja, cómo hacerla más viable y que repercuta los menos posible en los hijos/as.

Uno de los aspectos que supone más sufrimiento para los adultos que deciden poner fin a una relación de pareja con hijos/as en común es imaginar el impacto que va a tener sobre ellos. Ya que, la separación de los padres es uno de los aspectos que mayor malestar causa en la vida de los niños y niñas, llegando a tener consecuencias psicológicas, emocionales y comportamentales en los hijos/as.


Eso sí, si después de leer esto, te planteas que es mejor no divorciarse o separarse de la pareja para no causar a los menores este trauma, quiero destacar también que, los efectos en los menores de padres que no tienen bien consolidada su relación de pareja, de una forma sana y segura, también tiene consecuencias muy graves para la vida de sus hijos/as (pero este tema da para hacer, más adelante, otra entrada del blog).


La separación de los padres no debería implicar una ruptura familiar, sino un cambio significativo en su estructura, que supondrá un proceso de adaptación para todos los miembros y un reajuste del funcionamiento que los ha organizado hasta el momento.

La familia es el principal núcleo afectivo y socializador de los hijos/as. Su configuración y organización puede ser muy diversa y tiene que ser lo suficientemente flexible para adaptarse a los cambios de etapa o situaciones sobrevenidas manteniendo su funcionalidad.

En el momento de la separación de la pareja hay que poner el foco en la calidad de las relaciones, como vehículo para un buen proceso adaptativo.


¿Qué aspectos se deben tener en cuenta para preservar a los hijos/as de situaciones que sí pueden tener un impacto en su desarrollo?

  • La forma de dar la noticia. Lo primero es que siempre hay que dar la noticia, adaptada a la edad del niño/a, sentarnos juntos, y transmitirle la decisión que se ha tomado, y que el hijo/a entienda que es una decisión conjunta. Trasmitir a los niños/as que se trata de una decisión acordada y tomada con el objetivo que, una vez superada la etapa de adaptación, todos los miembros de la familia puedan estar mejor.

  • Explicar a los hijos/as conjuntamente, y ajustándose a la etapa evolutiva de cada niño/a, cómo se organizará la familia a partir de ahora. Donde vivirá cada uno, cuando van a estar con uno u otro y explicitar que las dos figuras parentales van a mantenerse siempre disponibles cuando lo necesiten.

  • Resolver todas y cada una que el niño/a tenga, siempre en conjunto e intentando que las entienda. Por supuesto, haya sido el que haya sido el motivo de la separación, jamás se entrará a dejar al otro progenitor como culpable o responsable de dicha situación.

  • Hacer explícito que las decisiones se seguirán tomando de manera conjunta y velar por hacerlo efectivo, a pesar del esfuerzo y desgaste que esto va a requerir inicialmente.

  • Minimizar el nivel de tensión entre los adultos y preservar de manera absoluta el de los hijos/as. Una de las cosas que más ayuda a la adaptación de los menores a dicha situación es la unión de los progenitores. Hay que tener claro que dejamos de ser una pareja, pero no dejamos de ser unos padres, y eso implica un conjunto.

  • Evitar mensajes negativos explícitos, implícitos o ambivalentes sobre la otra figura parental, no preguntar de manera exhaustiva sobre el funcionamiento y actividades que se realizan con la otra parte, no hacer al niño/a partícipe de situaciones que no le corresponden (dinero, acuerdos entre la pareja, posible existencia de otras parejas, etc).

  • No utilizarlos para transmitir informaciones y mensajes que corresponden a la comunicación entre los adultos, evitando de este modo un conflicto de lealtades.

  • Se recomienda aplicar la coparentalidad cooperativa; es decir, los hijos deben mantener el vínculo con cada uno, de manera equitativa y justa.

  • El amor debe seguir permanente y, por supuesto, que siga existiendo una buena relación entre los progenitores. Solo así se puede afrontar de la mejor manera posible un divorcio con hijos/as.

A la complejidad del duelo por el fin de la pareja, hay que añadirle el duelo por el cambio en los espacios/tiempos de relación con los hijos/as. Los dos aspectos están conectados y a menudo generan confusión a los adultos. Es importante que los padres y madres puedan ir diferenciando el malestar propio del niño/a y encontrando cierta comodidad en el nuevo hogar, para favorecer la adaptación de los hijos/as a la nueva organización de la vida familiar.


Los hijos/as tiene que poder hacer suyos los dos espacios familiares, que a partir de ahora quedaran diferenciados, y reformular la relación con cada progenitor, que también quedará modificada con este cambio. Esto requiere un tiempo y procesos probablemente distintos. Hay que ofrecer el espacio y entender y atender las necesidades de los niños/as, sin traspasarles decisiones y responsabilidades que pertenecen a los adultos.


En un momento de alta activación emocional como es una separación, el acompañamiento emocional a los hijos/as puede hacerse especialmente difícil, por lo que cabe considerar la búsqueda de apoyo profesional que ayude a ver la situación con mayor claridad para poder responder a las demandas y necesidades de ellos y afrontar el reto con la mayor seguridad posible.


'Los padres están destinados a entenderse de por vida, por el bienestar de sus hijos/as. Sería ideal, que lo hicieran de la mejor manera'.

Os aseguro que tomar ciertas medidas y pautas iniciales puede prevenir muchos problemas y conflictos en el futuro, tanto individuales como familiares.


Si te gustaría saber más sobre la coparentalidad cooperativa, pide información sin compromiso.

 
 
 

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